martes, 20 de noviembre de 2012

Una flor


Ella abrió el sobre. Ella le abrió el corazón, el corazón adolescente. Abrió los labios para recibir el beso, abrió los brazos como toda mujer enamorada, y él le desprendió los botones de la camisa, bajó el cierre del jeans, abrió la flor de su femineidad y luego, como todo hombre voluble, le abrió heridas en el alma. Un lugar común, una historia muchas veces repetida. Ella abrió el sobre, sacó el papel y lo leyó, cerró los ojos. A ella se le abrió el suelo bajo los pies: HIV positivo

martes, 19 de junio de 2012

Níspero

De níspero era el árbol de mi infancia. Se erguía solitario en medio del pastizal, bastante alejado de un montecito umbrío y fragante. Mi infancia está impregnada con el olor de la tierra y las hojas, de humus tal vez.
Tenía gran porte, se veía fuerte, su tronco sólido y rugoso terminaba en una copa que se abría generosa en varias ramas, que a la vez se dividían en otras más finas, rematadas con hojas color verde obscuro, revestidas de fina pelusilla. Sus frutos eran amarillos, muy dulces y siempre abundantes. Había que sacar la fina piel con paciencia, meter la fruta jugosa en la boca y por último escupir las semillas. Sin dudas era un árbol generoso.
Con mi hermana íbamos siempre a pasar largas horas entre sus ramas. A cierta edad, las horas y los días son más largos, no hay agendas ni plazos ni medidas. Yo arrastraba conmigo una silla o una escalera, porque el tronco era demasiado alto o yo demasiado torpe para subir trepando, valiéndome solo de mis pies y manos, cosa que Rosa hacía muy bien, para mi envidia de hermana menor.
Supongo que, como estaba solo, lejos del grupo de árboles apiñados que formaban el montecito, se sentía feliz por nuestras frecuentes visitas. Sus ramas cobijaban nuestras conversaciones de niñas. A veces íbamos con muñecas o libros. En ocasiones a cosechar frutas para la mermelada que preparaba mi abuela en su cocina a leña.
Aquél era un árbol en verdad muy bello. Su estampa forma parte de mis paisajes interiores. Hubo otros árboles en mi vida, pero sin duda, ése fue el más querido. Hoy ya no está. No sé si un rayo lo fulminó o se fue secando de espanto. Así nomás es. Ya no existe mi árbol de níspero, ni mi infancia. A veces extraño sus brazos de madera. Me pregunto si sus raíces aún permanecen bajo la tierra.




Anexo
Mermelada de Nísperos

Usar un kilo de nísperos frescos, ponerlos a hervir en un recipiente grande con 300 gramos de azúcar; cuando comienza el hervor se agregan otros 300 gramos de azúcar y el jugo de un limón, hasta que tome cuerpo y se espese a gusto. Se puede servir frío o más espeso para conservar.

Fuente: ABC Rural