viernes, 13 de noviembre de 2015

Incandescencia

                                                                                                                     a   E. V.

Amor insospechado que me diste la mano
¿En qué me has transtornado?
En ojos constantes
y piel anhelante.
Soplo propicio a tu boca,
incandescente
humo que asciende
en el éter.

Tuyas mis noches
sean siempre.
Y las mañanas.

Nunca digas SIEMPRE
sentencian viejas amargas.

Siempre
Siempre
Siempre

repito tres veces.

lunes, 2 de noviembre de 2015

Una barca

navego sin velas
entre lo luminoso y lo sombrío
a veces en calma
a veces recuerdo
y escribo

navego sin alas
entre lo luminoso y lo sombrío
a veces  silencio
a veces palabras
calladas

navego sin estrellas
entre lo luminoso y lo sombrío
a veces no quiero
a veces mis labios delirio

navego sin banderas
entre lo luminoso y lo sombrío
a veces un sueño
a veces el mar embravecido

navego sin mapas
entre lo luminoso y lo sombrío
a veces  incendio
a veces olvido

navego sin brújula
entre lo luminoso y lo sombrío
a veces las letras
a veces suspiros

navego sin luna 
entre lo luminoso
y lo sombrío
desnuda
navego

sin velas
sin alas
sin estrellas
sin banderas
sin luna  
sin río



lunes, 18 de mayo de 2015

Tres breves

Ya no
No entiende qué pasó. El estampido rompió el espacio. Fragmentó el reloj de arena. De repente ve a un muchacho con los ojos fijos en el techo, un hilo de sangre se derrama del ángulo derecho de su boca. Mira sus manos, en la derecha tiene un revolver 38 Magnum. Si el terror pudiera dibujarse sería un pájaro negro a tinta china. Si pudiera escribirse, sería una hoja en blanco. Si pudiera decirse, sería un largo aullido en silencio, porque abre la boca para decir “yo no fui” pero no le salen las palabras. Este es el momento del grito y de abrir los ojos, y del sudor frío y el corazón desbocado. Pero él ya no despierta, ya no grita,  no se desboca. 


Pacto de sangre
Aplasté al mosquito contra la pared.  Una mancha roja quedó impresa sobre la pintura beige. En mi mano, un revoltijo de alas y patitas finas, y sangre también. Una pintura abstracta en rojo y negro. La muerte en mi mano derecha, cual si yo fuera dios. Y la sangre, la sangre de quién, de algún extraño tal vez. Pacto de sangre, pensé. Con quién? Con nadie. Es solo mía. Me limpié la mano contra el sillón y terminó el cuento breve en cinco líneas, sobre muerte arte y nada.


Yo no
Al fin viniste anoche, le susurra la chica a su novio, con la mirada blanda y los labios levemente inflamados. Se inclina hacia él,  entreabre un poco la blusa y le muestra otro mordisco morado, en la suave curva del cuello. El la mira en silencio. No comprende. La mujer sonríe, dulcemente. Me encantó, canturrea en sus oídos. Te amo. Apenas la escucha. Abre la boca para decirle algo, pero la mujer ya se aleja por el pasillo. Un rumor de tacos alejándose lo ensordece. Estatua de sal,  no puede expresar su desconcierto. No puede capturar la idea, se le escapa, trata de aprehenderla, pero... Un reloj-bomba de tiempo le late en el pecho, y sin palabras piensa  yo no fui, yo no...



miércoles, 22 de abril de 2015

Melancolía

Palabras-libélulas esquivas.
Palabras cristales rotos.
El verdadero dolor es indecible, dice Rosa Montero, periodista y escritora; "Porque cuando el dolor cae sobre ti sin paliativos, lo primero que te arranca es la Palabra". (La ridícula idea de no volver a verte.)  Si digo perdón la inmensidad me devuelve los ecos. Si te quiero siempre te quise tal vez adiós sería mejor. 
No soy digna de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarlo.
Una palabra tuya. 
Una palabra.
Damián dice crisálida. Montse relámpago. 
Yo, nada.
Abro el sobre y deletreo. Trato de entender esa palabra, la doblo y desdoblo, googleo, la meto en la boca y saboreo, quiero escupirla y no puedo, su sabor rancio se pega a mi lengua se disuelve en mi sangre, corre aun por mis venas y me anida en los huesos, como el ADN, como el amor, como el dolor, como la muerte.
La luz/ los siglos de los siglos/ el silencio/ las cenizas/ el tiempo/ el diagnóstico/ la pobrecita esperanza/ la derrota de la alegría/ las flores amarillas que arranca el viento/ los pájaros negros revoloteando en el pecho/ tu nombre/el odio de Dios/ dios padre/ mi padre/ adiós. 
Me quedo inmóvil al lado del camino. 
Cierro los ojos, respiro en silencio.
Dicen que: Se debe de: Verbalizar. Entonces digo: Que (te) quiero, y no. No me pude quedar. Te amo corazón. Que no te perdono. Te quiero te quiero siempre te quise.  Que no me importa. Ya no importa. Mentira. Porqué. Ojalá. Que siempre nunca basta ya no puedo más. Podría, simplemente, gritar?







miércoles, 22 de octubre de 2014

Excusas


Tal vez con una copa de vino.
Siempre falta algún ingrediente. Orégano. Jengibre. No encuentro la receta. Otra vez se pudrieron las cebollas. O me corto un dedo con el cuchillo.
Puedo entrever otros mundos, sin embargo, me cuesta configurar el mío, hacerlo rodar, darle equilibrio.
Necesito más café.
A veces cierro los ojos, podría ser por miedo o cansancio.
Cierro los ojos. Olvido.
No puedo.
Qué más puedo decir. No sé.
No me gusta mostrar mucha piel.
Y nada.

martes, 20 de noviembre de 2012

Una flor


Ella abrió el sobre. Ella le abrió el corazón, el corazón adolescente. Abrió los labios para recibir el beso, abrió los brazos como toda mujer enamorada, y él le desprendió los botones de la camisa, bajó el cierre del jeans, abrió la flor de su femineidad y luego, como todo hombre voluble, le abrió heridas en el alma. Un lugar común, una historia muchas veces repetida. Ella abrió el sobre, sacó el papel y lo leyó, cerró los ojos. A ella se le abrió el suelo bajo los pies: HIV positivo

martes, 19 de junio de 2012

Níspero

De níspero era el árbol de mi infancia. Se erguía solitario en medio del pastizal, bastante alejado de un montecito umbrío y fragante. Mi infancia está impregnada con el olor de la tierra y las hojas, de humus tal vez.
Tenía gran porte, se veía fuerte, su tronco sólido y rugoso terminaba en una copa que se abría generosa en varias ramas, que a la vez se dividían en otras más finas, rematadas con hojas color verde obscuro, revestidas de fina pelusilla. Sus frutos eran amarillos, muy dulces y siempre abundantes. Había que sacar la fina piel con paciencia, meter la fruta jugosa en la boca y por último escupir las semillas. Sin dudas era un árbol generoso.
Con mi hermana íbamos siempre a pasar largas horas entre sus ramas. A cierta edad, las horas y los días son más largos, no hay agendas ni plazos ni medidas. Yo arrastraba conmigo una silla o una escalera, porque el tronco era demasiado alto o yo demasiado torpe para subir trepando, valiéndome solo de mis pies y manos, cosa que Rosa hacía muy bien, para mi envidia de hermana menor.
Supongo que, como estaba solo, lejos del grupo de árboles apiñados que formaban el montecito, se sentía feliz por nuestras frecuentes visitas. Sus ramas cobijaban nuestras conversaciones de niñas. A veces íbamos con muñecas o libros. En ocasiones a cosechar frutas para la mermelada que preparaba mi abuela en su cocina a leña.
Aquél era un árbol en verdad muy bello. Su estampa forma parte de mis paisajes interiores. Hubo otros árboles en mi vida, pero sin duda, ése fue el más querido. Hoy ya no está. No sé si un rayo lo fulminó o se fue secando de espanto. Así nomás es. Ya no existe mi árbol de níspero, ni mi infancia. A veces extraño sus brazos de madera. Me pregunto si sus raíces aún permanecen bajo la tierra.




Anexo
Mermelada de Nísperos

Usar un kilo de nísperos frescos, ponerlos a hervir en un recipiente grande con 300 gramos de azúcar; cuando comienza el hervor se agregan otros 300 gramos de azúcar y el jugo de un limón, hasta que tome cuerpo y se espese a gusto. Se puede servir frío o más espeso para conservar.

Fuente: ABC Rural