martes, 2 de junio de 2009

Asunción 10 º C

Dan ganas de quedarse en la cama dentro del edredón como en un capullo. Supongo, imagino que nos remite a ese rincón anhelado-paraíso perdido que es el útero materno, donde permanecemos intocados a todo dolor y todo peligro (a veces).
Pero el tiempo no se detiene congelado por el frío y el reloj despertador no perdona (el reloj en general no perdona). El sol- menos mal hoy salió- se levanta en el cielo todavía cubierto por nubes despedazadas y el frío matinal cede un poco según pasan las horas, según avanzan los rayos de ese sol lejano e indiferente temporada otoño-invierno.
La vida nos reclama que dejemos de tributo esas horas laborales que a veces bien y a veces mal; la Municipalidad y Tributaciones nos exigen otro tanto, recibir, dar - dar recibir, pagar, mientras caemos en la trampa de Visa o Mastercard y quedamos atrapados en la rueda de la sociedad consumista de Bienestar. HAY QUE hacerse cargo de las milyuna responsabilidades que se nos impone todos los días como moneda de cambio por la libertad ilusoria que se nos otorga al cumplir dieciocho cuando podemos empezar a equivocarnos (perdón, tomar decisiones)a cuenta propia para gran regocijo de los demás que también se equivocaron y ahora sonríen con placer cuando ven a alguien metiendo y fracturándose la pata.
Mientras el mundo gira al ritmo del reloj y los portales de noticias se renuevan minuto a minuto con escándalos y tragedias; Se encontraron pequeños vestigios del avión desaparecido en el Atlántico; es un día de inútil espera y de horror para los familiares de los naúfragos. En Paraguay los niños atropellados por los omnibus quedan mutilados; los ruedas les pasan sobre pies y piernas, llevándose sus sueños de fútbol y pelotas por delante. La gripe A H1N1 ya permeó las fronteras del país cual vulgar cargamento de contrabando y se coló en un colegio caté de Asunción, de monjas, cuándo no. Dentro de poco estaremos todos en las calles con barbijos y ya no nos paseremos las manos, y se desterrará para siempre la ronda del tereré y también esa costumbre de la mateada compartida en las mañanas, y nos miraremos con desconfianza unos a otros, desterraremos a aquellos que tosan o estornuden, nos alejaremos de las aglomeraciones humanas, del aliento ajeno, de la presencia extraña. Menos mal existe la red.
Especialmente habrá que tener cuidado en los omnibus, esos monstruos que se comen a la gente y escupen funcionarios y empleados que luchan y se destazan moralmente para sobrevivir un día más, una semana más, otro mes, y así sucesivamente hasta que ese collar de insatisfacciones se vuelven años y los años se transforman en tu vida.
La opción es la calle, y en la calle hace frío y se pasa hambre, los pies descalzos de los niños dan pasitos sobre el asfalto húmedo, piecitos helados que a veces son atrapados por los dientes de monstruos-colectivos que pasean en la ciudad cargados de autómatas inmóviles que repentinamente mueven un brazo, parpadean, o sonríen perdidos en algún pensamiento inconfesable en medio del tufo de alientos y dasalientos, y muy ocasionalmente, alguien cede el asiento a una señora con un bebé en brazos, lo cual nos permite seguir creyendo en la bondad del ser humano.
La vida palpita en las calles, en esos pies descalzos, en el ojo que parpadea, en el niño que duerme en brazos de su madre. También en los colegios de monjas y en los hospitales donde se la pelea palmo a palmo.
Y en una oficina color ocre ( medio-ocre, quizá) sin ventanas a la calle, donde unos dedos entumecidos de frío teclean teclean tratando que la sangre circule por esos dedos que arañan la vida, o solo la acarician.

1 comentario:

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