Ya no
No entiende qué pasó. El estampido rompió el espacio. Fragmentó el reloj de arena. De repente ve a un muchacho con los
ojos fijos en el techo, un hilo de sangre se derrama del ángulo derecho de su
boca. Mira sus manos, en la derecha tiene un revolver 38 Magnum. Si el terror pudiera
dibujarse sería un pájaro negro a tinta
china. Si pudiera escribirse, sería una hoja en blanco. Si pudiera decirse, sería un largo aullido en silencio, porque abre la boca para decir “yo no fui” pero no le salen las palabras. Este
es el momento del grito y de abrir los ojos, y del sudor frío y el corazón
desbocado. Pero él ya no despierta, ya no grita, no se desboca.
Pacto de sangre
Aplasté al mosquito contra la pared. Una mancha roja quedó impresa sobre la
pintura beige. En mi mano, un revoltijo de alas y patitas finas, y sangre
también. Una pintura abstracta en rojo y negro. La muerte en
mi mano derecha, cual si yo fuera dios. Y
la sangre, la sangre de quién, de algún extraño tal vez. Pacto de sangre,
pensé. Con quién? Con nadie. Es solo mía. Me limpié la mano contra el sillón y terminó el cuento
breve en cinco líneas, sobre muerte arte y nada.
Yo no
Al fin viniste anoche, le susurra la chica a su novio, con
la mirada blanda y los labios levemente inflamados. Se inclina hacia él, entreabre un poco la blusa y le muestra otro mordisco morado, en la suave curva del cuello. El la mira en silencio. No comprende. La mujer sonríe, dulcemente. Me encantó,
canturrea en sus oídos. Te amo. Apenas la escucha. Abre la boca para decirle
algo, pero la mujer ya se aleja por el pasillo. Un rumor de tacos alejándose lo ensordece.
Estatua de sal, no puede expresar su desconcierto.
No puede capturar la idea, se le escapa, trata de aprehenderla, pero... Un reloj-bomba de tiempo le late en el pecho, y sin palabras piensa yo no fui, yo no...